miércoles, 26 de marzo de 2008

"Fiscalía tiene 13 días para informar a turista finlandés costo de daños a Moai "





Independientemente de las cifras a pagar y los castigos legales que Kulju pueda recibir hay que mirar este caso con una visión más valórica. El problema aquí no es sólo que venga un extranjero y le quite la oreja a uno de los moais que es patrimonio de nuestro país y le falte el respeto a los isleños y al resto del país. Como diríamos los chilenos, el problema viene de cuna y es a nivel de costumbres y cultura. Si lo vemos con una mirada desde nuestra realidad, obviamente lo consideraremos un problema, pero a lo mejor en su país llegar y hacer lo que él hizo es normal y no tiene una mayor trascendencia, ni mucho menos podemos catalogarlo como problema.

La pregunta que hay que hacer aquí es ¿en mi país haría lo mismo? Hasta dónde somos capaces de liberarnos en un país extraño y cumplir nuestros deseos, o es acaso un tema país el que no tenemos un relativismo cultural y simplemente no aceptamos la ignorancia del otro. El “error” está hecho y su consecuencia ya se vio en nuestro país.

Contexto: si continuamos reflexionando y tenemos simples pinceladas de lo que la cultura finlandesa es, nos daríamos cuenta que ha proyectado al mundo una imagen de país “inteligente y educado”, que cuenta con un prestigio en la sociedad del saber y el área de las investigaciones ayudando al progreso entre otras cosas. Pero ¿Ser inteligente significa necesariamente ser culto? Para algunos la diferencia entre estas palabras es nula y dan la misma intención, en algún minuto pasó por nuestras cabezas que podrían ser tan tan iguales que casi perdemos la real importancia que esta se merece. Luego de interpretar los hechos las conclusiones quedaron claras: definitivamente una persona inteligente puede no ser muy culta.
En este caso la falta de información por parte el ciudadano Mark Kulju es notable, el aporte de su país en información puede ser importante, pero ese “recuerdito” que intentó llevarse a sus tierras marca un punto que causa una sensación de que la gente de este mundo anda dormida y solo viven, pero no piensan más allá ni tienen un ojo crítico con los hechos que acontecen a su alrededor. En un lenguaje más periodístico estaríamos diciendo que la sociedad esta perdiendo cada vez más su capacidad de ejercer la interpretación de un hecho puntual. Lo vemos, lo entendemos quizás a lo mejor no y después lo olvidamos. ¿Dónde está nuestra memoria?
La noticia del moai podría compararse a algunos fenómenos que ocurren tanto en Chile como en Finlandia. Por ejemplo está el caso del llamado “Arte callejero” o grafittis, las personas que ven las murallas de la ciudad como una hoja de block donde plasman las vivencias, exigencias y necesidades de la gente. Allí podríamos encontrar el mismo debate, para algunos eso es arte y es expresarse libremente como ciudadanos libres y para otros es una especie de “bandalismo” que se hace en un lugar público o en la pared de una casa. Ese arte que en el fondo está invadiendo un lugar ajeno que y nos corresponde hacer en un perímetro que no es el nuestro, es similar al caso del finlandés. Él (Mark Kulju) por querer tener un recuerdo o qué se yo andaba buscando, faltó el respeto a un territorio ajeno y a algo que para muchos tiene un significado importante. En el fondo esta oreja pasaría a ser la obra de arte que él quería contemplar pero no miró el peso que para nosotros como chilenos
tiene.

Lo que más llama la atención es que en nuestro país para que tomen en cuenta las cosas, tienen que esperar hasta un hecho grave y las últimas consecuencias de éste, para que en realidad entiendan que no es algo que hay que pasar por alto, sino preocuparse y tomar medidas inmediatas.